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Mensaje por Adonai Dom Ene 19, 2014 7:10 pm

"La increible sucesión de lo que he vivido, me lleva a una cantidad de veces considerables a reflexionar tardio sobre mis pensares. Este mundo, el que he conocido, sucumbe lentamente a la desgracia, pecado no aceptables y tambien, ante la duda que todo lo puede. Mas que nada, estos seres no me recuerdan para nada a la antigua civilizacion. ¡Oh! Si tan solo pudieran vivir de nuevo, les demostraria a los actuales humanos en cuan equivocados estan en que ellos fueron los primeros de todos. No hay dia en el cual no perdone sobre aquella civilizacion que desaparecio por completo. Pareciera que hubiera sido ayer donde aquella raza estaba de pie, inmortal, sin preocuparse por la muerte. Pero... La muerte, era necesaria. Se reproducian sin control, el pecado desbordaba y tanto Satanas como mi persona no podiamos contra aquello. La aparicion de Mors nos dio un respiro, alivio y salud, aun que esto conllevo a que fueramos olvidados."

Mientras Adonai caminaba por las tierras de Skaya, se vio obligado a que sus pasos se abrieran camino hasta la salida. Sus manos aferradas tras su espalda, su cabello aun lado y sus cuernos relucientes ante el sol le daban un semblante de altivez, poderio y belleza. No por nada, era considerado el angel mas puro y bello, pero hasta el mismo sabia que su pureza estaba manchada y deshonrada.
Le gustaba caminar por el centro de Jamina. Todas las razas unidas en un mismo punto. Veredas de piedra preciosas predominaban sobre todo un campo. En el centro de este, habia una gran fuente donde la escultura, era la de un Rajani con una gran Hoz, un demonio sosteniendo un arma y un angel quien parecia rezar mediante un libro. Alrededor de esta, habia pequeñas casas, no mas de dos pisos y era todo realmente pacifico con algunos pequeños mercados para dar seguridad al espitiru de uno. Adonai, se habia adentrado a este centro pacifico, para luego sentarse en la estructura de la gran fuente, escuchando el arroyo del agua al caer sobre si misma.
Absorto en sus pensamientos, agradeciendo que aun que fuese reconocido al instante, las razas no lo molestaban mas que con un simple "Hola" "Buenos dias" u "Hola mi señor". A esta ultima, le disgustaba bastante y por mas que diera la orden de que sus angeles no le dijeran asi, estos seguian su vieja costumbre.

"Mas aun hay algo que me preocupa. Los humanos no frenan, no ven la gravedad de sus errores. Nosotros pagamos con la sangre de los nuestros sus errores y mi paciencia culmina de a poco. Pero la intriga de que este mundo pueda acabar es grande. Los Slegs Gister ponen todo su empeño en el trabajo de purificar almas pero... ¿Podremos contra la corrupcion de las mismas?
La visita de varias almas del futuro es muy incierta. Estas dijeron que los humanos no existian por que... Los dioses acabaron con estos. En este presente, nosotros somos los dioses y significa que... ¿Acabaremos con este mundo?"
- Se sobo el entrecejo preocupado - "Intentare... Intentare en que este mundo no acabe, a menos que mi paciencia se culmine."
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Mensaje por Samael Jue Feb 20, 2014 4:47 pm

Samael agitó su túnica con la satisfacción de haber realizado un buen trabajo. Acababa de traer un par de almas fugitivas a Jamina para que se encargaran de ellas. No habían sido especialmente poderosas, pero se habían ocultado muy bien en el cuerpo de dos niños. Esos niños siempre habían tenido fama de traviesos, pero con las almas extraviadas alojadas dentro de sus jóvenes cuerpos se fueron volviendo más y más peligrosos. La primera señal de la alarma la recibió cuando la abuela de uno de los chicos acudió llorando al confesionario con la terrible sospecha de que los niños habían torturado y matado a su gato. Como era normal en estos casos, Samael acudió con la pobre mujer para ayudarla a dar un buen sermón a los chicos y ver que se había torcido en una criatura que debía gozar de la inocencia infantil propia de su edad. Cuando tuvo al crío cara a cara no tardo en ver el problema. No tardo en mandar que fueran a buscar al otro muchacho... y ahí, como suele decirse, el resto es historia.

Ahora solo le quedaba esperar para poder retomar su poder y crear un portal de nuevo que le llevara a su pequeña iglesia. Podía haber pedido ayuda a alguno de sus hermanos con un poder similar, pero... no se fiaba de ellos. Alguno seguro que encontraba muy divertido hacerlo aparecer en lo más profundo del océano Atlántico. Además, él no era de los que pedían ayuda. Era un Potestad. Y eso significaba inteligencia. Confiar en alguien que podía hacerte esa jugada no era muy inteligente.

Además, por un día que no estuviera en su iglesia no le echarían de menos. Bueno, quizás algunos si. Había personas que insistían en verle todos los días para contarle sus temores y preocupaciones. Eran almas turbadas, que bailaban entre la virtud y el pecado. Tenía que guiarlas bien hacía la moral correcta, pero los humanos eran tan frágiles e impredecibles... tan propensos al pecado.

Samael suspiró, mientras dejaba que los rayos del sol acariciaran su largo cabello y las alas doradas que tenía saliendo de detrás de sus orejas. Aquí en Jamina todo era tan tranquilo, tan diferente de la Tierra...

-¿Qué has dicho?-se alzó una voz no muy lejos de donde caminaba. Se encontraban en una bella y bucólica plaza, cuya pieza central era una fuente con miembros de las tres razas. Había mucho transito en plaza. Tanto que no podía reconocer ningún rostro presente, pero eso no era lo que buscaba. En uno de los lados de la plaza, dos agitados serafines se miraban con ganas de matarse, con las alas abiertas y las plumas erizadas.

"Esos idiotas sin cerebro..." reconoció Samael. Se adelantó entre la gente, dispuesto a dar un pesado sermón sobre esos dos ángeles que estaban avergonzando a toda su raza. "Si el señor Adonai viera esto..." la irritación era bien palpable en el rostro de la potestad.

-¿Se puede saber que estáis haciendo, necios sin cerebro?- empezó preguntando, dispuesto a recordarles cuales eran sus deberes.

Uno de los serafines le gruño, pero el otro que debía estar de su límite para perder la cabeza, la perdió del todo... y de forma tan rápida como violenta golpeó a Samael. Los presentes en la trifulca se apartaron a toda prisa de la trayectoria de vuelo de Samael. No tenía alas con las que volar, pero gracias a esa hermano estaba teniendo una primera y dolorosa experiencia de ello. Chocó contra una persona, antes de caer de lleno en la fuente... tanto al sujeto que había golpeado, como él.

-M-Maldito...- se apartó el pelo húmedo de la cara, y se giró para disculparse con quien había chocado.

... pero al ver quien era se puso lívido.

-¡M-Mi señor!-

*-*:
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Mensaje por Adonai Jue Feb 20, 2014 5:30 pm

"Debo de organizar mi mente. No puedo distraerme de esta manera. Planteare mediante hoja y pluma mis dudas, preguntas y posibles respuestas. Buscare la correcta y evitare el futuro incierto de los humanos. Mi paciencia no debe de colmarse por nada en el mundo, al fin y al cabo, soy el dios de la misericordia y...."

Adonai, se veia envuelto furtivamente en sus pensamientos. No daba interes alguno a su alrededor, a lo sumo por un momento. Oyo a la gente hablar, barullar sobre algo, como si estuviera consternada y luego, dos voces mas potentes. "Serafines?" Se pregunto mediante duda y duda. Aquel tono de voz tan potente, altivo, debia de ser uno de ellos. Pero fue demasiado tarde para sanar sus respuestas. Al elevar su vista hacia la zona de tanta conmocion, lo unico que pudo observar era la espalda de alguien acercandose hacia su lugar y luego, el sol brillante por sobre el agua.

El agua... El agua lo empapo por completo. Se mantuvo en una posicion medianamente extraña, aturdido y confundido quizas. Sus manos estaban extendidas hacia sus costados, sus piernas estaban fuera de la zona, pero sus caderas, espalda y cabeza junto con sus extremidades yacian bajo el agua. Cualquiera hubiera pensado que en aquel momento, el dios sufrio un trauma cerebral grave, que lo dejo atonito bajo el agua sin respirar. Pero el dios se encontraba perfecto, solo confundido y parpadeaba sin cesar, mirando el sol reluciente. El agua estaba un poco fria, pero era algo medianamente facil de soportar.

Despues de unos segundos, se levanto con lentitud y salio de ella, poniendose de pie inmediatamente. Sus telas estaban empapadas y goteaba sin cesar. Hacia resonar sus cascabeles que estaban aferrados a sus muñecas al sacudir sus ropas y luego estrujando su pelo. Primero, inclinandose hacia adelante dejandolo todo colgado y luego, de manera rapida, se irguió colocando sus cabellos en su espalda. Una vez que su mente volvio en si y su cuerpo tambien, miro a su alrededor. La gente lo observaba con cierto temor, ya que su rostro tenia una expresion severa y de poco agrado, pero era mas que nada, por la simple razon de que se veia avergonzado de su propia raza, aun que muchas veces, le agradaba muchisimo los serafines.

Estoy bien... - Respondio hacia un querubin que con su velocidad, lo socorrio pero mantuvo distancia - Dime los nombres.. - Cerro sus ojos al escucharlo y movio una vez mas su cabello - Avisa al jefe del sector Europeo. Que los busque y lleven hacia la torre de Skaya y no salgan hasta que yo llegue. - El querubin, sin mas asintio y con rapidez surco los cielos, desapareciendo entre las nubes.

Una vez que todo se reacomodo, se giro para ver a la potestad hundida en el agua. No dijo nada en un principio, mirandolo de reojo hasta que lo reconocio - Samael - Musito acercandose a este y tomo con suavidad ambas manos, ayudandolo a levantarse y ponerse de pie. De aqui en mas, tenia que mirar hacia abajo, el era demasiado alto para muchos de sus angeles - Vaya golpiza - Dijo de manera inexpresiva y acerco su mano hacia la mejilla del angel. No lo acaricio ni tuvo un contacto, solo hizo resonar sus cascabeles y una pequeña aura empezo a curarle suavemente, hasta desvanecer la herida grave que le habia dejado el serafin. Por un momento le observo sin decir nada y retrocedio unos pasos, dando mediavuelta caminando hacia un pequeño mercado. Alli, se retiro de sus telas superiores, mostrando todo su torso y brazos. ¡La gente estaba conmocionada! No solo los angeles, sino toda la raza. Nadie habia visto a Adonai de aquella manera tan intima y solo cubria su desnudez aquellos pantalones de seda blanca, hasta sus pies carecian de algun calzado. - Disculpe - Dijo al vendedor que estaba palido - ¿Podria venderme dos toallas? Y si puede, cuelgue esto... - El vendedor, recobro el habla y asintio sin mas. Tomo sus telas y las colgo, entregandole dos toallones practicamente. Adonai, como orden y derecho le pago su monto de dinero, aun que el hombre no queria verdaderamente. Sin mas, volvio con sus cosas hacia la potestad.

Ten Samael - Respondio mientras le colocaba una toalla sobre la cabeza y la dejaba alli. Con la sobrante, se secaba el cuerpo y volvio a sentarse, concentrandose en secar aun mas su cuello - Cuando dos serafines se enfrentan, tienes que mantener distancia y no agredirlos. Sino, saldras mas malherido de lo que pudiste salir hoy... - Cerro sus ojos y elevo su rostro hacia el sol, dejando que su cuerpo empiece a secarse junto con su cabello.
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Mensaje por Samael Jue Feb 20, 2014 6:39 pm

Acaba de tirar al agua y chocar con... con el señor Adonai en persona. ¡Santo cielo! ¿Estaba bien? ¿Estaba herido? ¡Ay! ¡El solo pensar que un ser tan perfecto pudiera ser dañado por él le hacía querer poner fin a su miserable existencia! Bueno, primero sería el primer potestad en matar a dos serafines por irrespetuosos. Y luego acabaría con su vida. Si, quizás con eso reparase el honor agraviado de su señor. Encima todo esto estaba ocurriendo en el centro de Jamina, donde estaban a la vista de todos. Ahora lo ocurrido estaría llegando a todos los confines del mundo... ¡Estaba preparado para asumir su parte de culpa de todo este asunto!

Pero unas manos blancas, perfectas y grandes se extendieron ante él. Moviendo el rostro para quitar los mechones de su melena que estaban pegados a su rostro por el agua, alzó la vista para contemplar al propio Adonai ofreciendo de forma tan generosa su ayuda hacía alguien -ahora tan indigno- como él.

Aceptó su ayuda en silencio. Tenía la sensación de que cualquier palabra que formulara en ese instante sería casi un agravio ante la perfección exhibida ante él. Lo había visto tantas veces. De lejos, de cerca... había nacido bajo su mano, y aún así no podía acostumbrarse a su abrumadora presencia. Sus dos metros de altura ya marcaba una gran diferencia de estatura con é, y eso que no era precisamente bajo. Pero ni loco alzaría tanto el rostro. Mirar su rostro, sus ojos, habría sido una completa falta de decoro... aunque el decoro, estando así de mojados, casi parecía un chiste. Su túnica blanca se pegaba ahora a su cuerpo de una forma ofensiva. Y en su señor... era increíble, hasta mojado se veía esplendoroso. Estaba tan sumido en sus caóticos pensamientos que solo pudo parpadear cuando nuevamente la mano de su señor se apareció ante él. Su mano estuvo a punto de rozar su piel, pero agradeció que no lo hiciera. Nunca le había gustado que le tocaran. Por su señor lo hubiera aguantado, pero que este no lo hubiera hecho había hecho sino aumentar su ya gran opinión sobre él. Notó como su mejilla golpeada, que había sido una fuente continua de molestia, mitigada por lo inusual de las circunstancias, se calmo ante la magia curativa de Adonai. Tenía unos poderes que hacía parecer a meros trucos de los mortales los suyos.

-Muchas gracias mi señor, no debería haberse molestado- se apresuró a agradecer cuando la mano se alejó de su rostro, esbozando una profunda reverencia. Las gotas de su pelo y de su túnica caían al suelo rápidamente. Había un pequeño charco formado a sus pies. Las pequeñas alas de sus orejas estaban caídas por el agua.

Se alzó para observar como esa ancha espalda se desprendía de los ropajes que lo cubrían. Por poco el habitual rostro malhumorado de Samael no se queda con la boca abierta. ¡Su señor... así! ¡Era una desgracia que su señor se tuviera que ver reducido a esa vulgar apariencia! Pero... pero... ¡aún con esa vulgaridad, seguía siendo perfecto! ¡De hecho ahora su piel brillaba por la humedad, y casi hacía daño a los ojos de Samael por su blancura! Y su cabello... santo cielo. Hilos de plata. Lágrimas de estrellas... no encontraba la forma exacta de definirlo.

Observó como adquiría las toallas como si fuera la primera vez que viera una transacción comercial. Y él ahí estaba. De pie, quieto, mojado y completamente confuso por la situación. Que pusiera esa toalla en su cabeza le ayudo a despertarse un poco. -Gracias de nuevo por su atención, mi señor, pero no me la merezco, ¿se encuentra bien? -le analizo, dejando la tarea de secarse en un segundo plano. Primero tenía que ver si su señor estaba bien. Escuchó su consejo sobre los serafines impertérrito. Adonai era demasiado bueno con esos brutos. Eran fuertes e idiotas, una peligrosa combinación. Suspiró. -Gracias por su consejo mi señor, pero pienso que sería aún más irresponsable dejarles hacer lo que quieran sin haber intentando si quiera detenerlos- respondió, analizando las bellas sombras que creaba el sol en los armoniosos ángulos de su rostro.
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Mensaje por Adonai Jue Feb 20, 2014 11:28 pm

Una suave brisa acaricio las gotas restantes de su cuerpo, acariciandolo con su calidez y ternura, llevandose consigo toda humedad que le fuera posible. El agua de a poco fue absorbida por su piel, aun que mucho no podia hacer con su cabello. Miles de veces le molestaba y mas cuando estaba mojado. Una vez que su torso quedo de manera perfecta sin rastros de humedad, procedio a utilizar la misma toalla para secar su largo cabello, despeinandose un poco, aun que poco le preocupaba. Era un dios, si hacia algo mal todos lo ven como algo bien. Sea como sea, alli estaba el, escuchando a la potestad tranquilamente, pensando por un rato en como contestarle, hasta que lo hizo.

¿Por que crees que no merezco tu atencion? - Pregunto primero, elevando ahora el su vista, observando a la potestad de reojo. Le causaba gracia aquellas pequeñas alas que sobresalian de sus orejas. Ninguno de los suyos tenia algo asi y eran pocos. Cuando tomaba sus almas, dependiendo de quienes hayan sido en su vida anterior, le dejaba un rasgo fisico notable. En el caso de curas o humanos que tuvieron cercania religiosa de manera cristiana, los representa con aquellas alas. La definicion era sencilla: "Estas personas escuchan una voz interior muy fuerte y potente. Sus oidos son alas que le dan el triunfo a salir hacia adelante. Por mas que una biblia o historias de cualquier religion se quieran basar, no sabiendo nuestra verdad (y la del todo el mundo) se merecen esta representacion". Aun asi, era un secreto que matenia Adonai. Si decia que esas alas le pertenecian a los cercanos a "dios", daria una gran pista sobre un pasado olvidado.

Eres uno de los mios - Contesto a su propia pregunta, desviando su mirada con sus ojos rosa palido - Siempre mereceras mi atencion. Seas potestad, seas querubin, seas serafin, siempre tendre oidos para mis hermanos. No te sucumbas en que eres inferior a mi. Lo eres en cuanto poder, pero en respeto... Creo que llegas a superarme - Una suave sonrisa se escapo de sus labios. Esto se debe, a que se cansaba un poco de "Mi señor", donde la gente cree que son gusanos. ¡Mentira! Adonai piensa en todos por igual, por eso es benevolente y cuidadoso. Su gran poder se muestra a quien se atreva a creerse superior. No es que el mismo se crea uno, sino que asi fue dictada su vida. "Eres grande y poderoso, y por eso, debes de comprender a los que no lo son y guiarlos".

Y con respecto a lo otro... - Alli, se puso en pie, moviendo sus hombros y tronando su espalda - No me diste tiempo a capturarlos. Te empujaron, caiste sobre mi y yo sobre la fuente. Quede aturdido y no pude hacer nada y bien sabes que hubiera tomado mis manos en juego - Sonrio de manera leve, casi como si fuera una diversion - Es decir, que te debo una disculpa - Se coloco su toalla en el cuello e inclino su cabeza con suavidad, en forma de disculpa. Si, Adonai no carecia de bondad y verdad.

Cuando volvio a elevarla, una pequeña niña se acerco y le entrego un broche con una flor amarilla. Encantado, sonrio de oreja a oreja y se inclino para besarle sus cabellos y dejar que parta a jugar con su familia. Acto seguido, agradecio aquel regalo, ya que levanto sus grandes mechones de pelo hasta hacerse una media cola y alli sostuvo una gran cantidad, dejando un leve mechon sobre su rostro - Mucho mejor, ¿Verdad? - Pregunto con ironia, ahora mas parte de su cuerpo estaba a la vista.

Camino nuevamente hacia el percader previo y le pidio sus ropas, solo dejandola sobre su hombro volviendo a con la potestad - Samael... - Murmuro y lo observo, tomandole de su menton suavemente para elevarle su vista. Odiaba que le ignoraran su mirar. Los ojos son siempre el camino de la verdad - No te inundas entre agonias absurdas. Fue un accidente y ya esta todo arreglado - Sonrio de oreja a oreja, mostrando lo mejor de su ser, soltandole con suavidad de su barbilla - ¿Y bien? - Empezo a caminar hacia una reconocida direccion - ¿Me invitaras a tomar algo a tu residencia? - Lo miro por arriba de su hombro, divertido quiza por la idea, quien sabe que sucederia. Solo espero a que el angel se adelantara para guiarlo, no siempre todo lo sabia de el.
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Mensaje por Samael Vie Feb 21, 2014 7:06 am

Se quedo un rato en silencio. Era agradable estar allí, pese a las miradas de algunos. La muchedumbre ya se estaba diluyendo lo cual era de agradecer. La gente no era estúpida, y aunque muchos tenían la curiosidad escrita en la mirada, se fueron apartando a regañadientes para continuar sus tareas diarias. Samael no pudo sino felicitarles. No era fácil apartar la mirada de ese marmóreo cuerpo de Adonai. Él mismo tenía serios problemas para no quedárselo mirando fijamente, ¡pero hubiera sido una total falta de respeto! Aunque ahora sus pintas... pese a la toalla, su túnica seguía goteando. Por su mente ni siquiera pasaba la idea de quitársela. Su señor lo había hecho, pero él... no, su señor era su señor. Todo lo que hiciera estaba bien. Pero él tenía que saber mantener la formas. Aguantaría hasta llegar a su residencia. Allí, en un espacio privado maldeciría a los serafines y secaría sus ropajes.

Pero la pregunta de Adonai le saco de sus elucubraciones. Parpadeó y abrió por su segundo la boca, a punto de contestar de forma automática que era obvio que alguien que había cometido tal agravio hacia su señor no merecía ni siquiera una mirada. Lo iba a decir, pero... se callo. Generalmente ese tipo de preguntas se formulaban por alto. A veces el silencio era la respuesta más inteligente. De hecho hizo bien, ya que Adonai respondió al cabo de un minuto. Santo cielo... ¿le estaba sonriendo? ¿Su señor le estaba sonriendo? Bajo la vista, intentando ocultar su emoción. Ahora más que nunca estaba dispuesto a sacrificar cada parte de su existencia por ese ser tan perfecto, tan generoso. No todos los días se tiraba al señor de los ángeles a una fuente... y aún así le estaba queriendo tratar como alguien sin culpa, un igual. Unos niños que corrían y jugaban, no muy lejos de allí, soltaban risas alborozados. Esas cándidas expresiones casi parecían expresar la dicha que burbujeaba en el corazón de Samael.

La potestad no era de aquellos que expresan abiertamente en su rostro sus emociones. Sobretodo las de alegría y felicidad. Se lo tomaba todo muy en serio, con una disciplina que rallaba la tiranía. Y ahora que se veía en esta situación, en que la felicidad le desbordaba, no sabía que cara poner. Era... frustrante. Se obligó por ello a actuar como siempre. Rictus serio, y mirada baja ante su señor. Por mucho que le dijera que eran iguales... no podía obedecer eso.

Por el rabillo del ojo, percibió como Adonai se levantaba, dominándolo todo de nuevo con su gran estatura. Era tan abrumadora su presencia... ¿cómo no se había dado cuenta de que estaba allí cuando el accidente de los serafines? Sino se lo habría dejado a él. Bueno, su percepción nunca había sido de las mejores.

-Lamento que mi irrupción en la escena le haya impedido cumplir con sus deberes, mi señor- inclinó un poco la cabeza, avergonzado. -Puede sonaros a excusa mi señor, pero no sabía que estabais aquí hasta que... bueno, choque con vos. Un fallo imperdonable, si se me permite añadir- comentó. ¿De verdad que su señor no iba a castigarlo? Si es que cada vez se lo merecía más. -Deje que mi irritación ante el asunto que estaba viendo me hiciera actuar de forma imprudente- incluyó, para demostrar que era bien consciente de sus fallos y de su más que merecido castigo.

Guardó silencio, esperando su sentencia. Pero una tierna niña se acercó a Adonai., interrumpiendo los negros pensamiento de Samael. Con su pequeña manita, la niña con una gran sonrisa regaló un bello broche al dios. Y Adonai, como un padre orgulloso, agradeció el presente con una sonrisa que hubiera hecho hincar de rodillas al peor de los asesinos. Con el broche se hizo un cómodo peinado en ese cabello de hebras de nieve.

-Estáis esplendoroso os pongáis lo que os pongáis, mi señor- contesto con presteza Samael, mirando de reojo ese nuevo peinado, antes de bajar de nuevo la mirada. Se quedó inmóvil donde estaba, con ese pequeño charco a sus pies, y la toalla a sus hombros, mientras Adonai se acercaba al puesto del comerciante de antes, para coger de nuevo sus ropas. Samael suspiró aliviado, esperando que nuevamente ese cuerpo fuera cubierto por sus ropas... ¡pero no lo hizo!

Es más, se acercó a él, y cogiéndole de la barbilla le obligó a que sus miradas se cruzaran. Ante esos iris rosados se sintió casi desnudo, sentía que no podía ocultarle nada. Pero Samael no era de los que ocultaban las cosas. Su dolorosa sinceridad era bien conocida. Pero esa mirada... podía sentirla mirando partes de él que desconocía que tenía.

Su sonrisa, sus palabras... fue como si un velo relajante cayera sobre él. No se había dado cuenta, pero cuando sus miradas se conectaron se había quedado sin aire, aguantando la respiración. Cuando finalmente le soltó aspiró una gran bocanada. Aunque por poco muere atragantado cuando oyó lo siguiente dicho por Adonai.

¿Su señor... en su residencia?

Contuvo el ataque de tos, y por primera miró directamente esos ojos rosados con algo cercano al estupor.

-...- carraspeó, recuperando su rictus severo. -Si es lo que mi señor desea, para mi será un honor prepararle algo. No quisiera pecar de soberbia, pero adquirí cierta afición a las artes culinarias, y será un placer darle a probar lo mejor de mi repertorio- empezó a andar para seguirlo, ignorando lo desagradable que era su túnica mojada contra su piel. -Y señor... -carraspeo de nuevo, caminando a su lado, sin mirarlo. - ¿No estaríais mejor vestido? Estáis llamando mucho la atención...- no solo de los transeúntes. ¡Sino del propio Samael! No podía concentrarse en lo que podía prepararle a Adonai, con esa oda a la belleza caminando a su lado.
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Mensaje por Adonai Vie Feb 21, 2014 12:56 pm

Gracias -Alcanzo a decir cuando fue dicho el cumplido. "Esplendoroso" "Hermoso" "Bello", aquellos adjetivos rondaban todos los dias en torno a su cuerpo y rostro. Si bien nadie estaba equivocado, muchas veces se podia llegar a cansar. Solo sus hermanos lo trataban como "el feo" y con hermanos, nos referimos a Mors y Satanas. Sino, ¿Quien otro iria a ser? Ni sus seguidores se atreverian a contradecir algo, exceptuando algunos con los cuales, ha llegado a una amigable confianza.

Con un cafe amargo y tostados primaverales, me conformare bastante - Contesto, mientras caminaba con lentitud, sintiendo sus pies desnudos sobre las piedras. Sus cascabeles que estaban aferrados a sus tobillos, tintineaban de manera armonica, junto con los que estaban en sus muñecas - El tiempo pasa y... Hace mucho que no doy un poco de tiempo aun que sea, a un solo seguidor. Supongo que el incidente de manera automatica, te hizo el elegido. ¿Un castigo o una recompensa? - Esa pregunta, la dejo en el aire sin llegar a contestar como lo hizo previamente. Muchas veces, le encantaba jugar de aquella manera en cierto sentido. Es decir, explorar las mentes, preguntar cosas que a uno le cuesta dar con una respuesta, le hacia pensar que no estaba solo ante tantas dudas que explotaban contra su cabeza.

¿Mejor vestido? - Ahora, el mismo se hizo la pregunta y lo unico que pudo hacer, era soltar una suave risa - Quizas... No me gusta llevar muchas ropas si tengo que decirte la verdad... - Pero sin mas, se volvio a colocar aquella extraña tela. Era demasiado suelta, blanca como la nieve se sostenia de sus hombros, abriendose un poco a la mitad mostrando parte de su torso. La espalda, ahora estaba cubierta y los biceps de sus brazos, estaban ahora sujetos con unos brazaletes dorados, donde tambien sostenian parte de la tela. Sin mas, siguio caminando, dejando que el viento secara suavemente su cabello.

Su camino se basaba en una gran calle principal. La misma, desembocaba en la previa plaza del mercado y luego, se separaba en tres caminos que dirigian a Skaya, Hela y Taraji. Por obviedad, estaba en el camino hacia Skaya, pero se detuvo frente a un local. Sobre el, habia un pequeño cartel (como el lugar) que decia "Tony's Chocolates". ¡Maldita sea su debilidad! Aquel lugar, le pertenecia a un brujo, dueño de las tierras del dios de la muerte, quien extrañamente, su campo se veia cubierto por plantas de cacao. Era una fabrica de chocolate, o eso pensaba de Taraji y el negocio, los traia exactamente de alli - Espera... Aqui por favor - Observo a la potestad y sonrio, adentrandose en el lugar.

Lo que sucedio a continuacion fue una serie de quejas por parte del brujo, no por falta de respeto, sino por el grado de confianza. Cuando tienes un dios con un gusto excelente sobre el chocolate, el cual toma tu negocio como favorito, puede uno empezar a ver como son verdaderamente los dioses. Entre burlas ambos hombres reian con suavidad, y el brujo preparo un pequeño paquete -¿Los de siempre? - Pregunto el vendedor, acostumbrado a que el dios comprara siempre de chocolate amargo - Agrega de los amargos, pero tambien de leche... Blanco quiza... Y alguno con un relleno de menta - El brujo sin mas, preparo el paquete y cobro al dios, regalandole un chocolate para su camino. Cual niño, Adonai salio del local con una sonrisa que le duraria todo el chocolate que hubiera en el paquete. Este, yacia en su siniestra, mientras que la diestra, sostenia el dulce cerca de sus labios.

Vamos - Dijo entre risas - Esto es para el postre. No me puedo controlar - Con lentitud, empezo a comer su chocolate. ¡Que delicia! Los humanos no estaban equivocados cuando pensaban que era un manjar de los dioses. Pero no podia hundirse en sus propios gustos, asi que cuando llego a la mitad de su chocolate, se lo entrego al angel que caminaba a su lado - Ten, pruebalo - Se relamio suave los labios, donde su camino se hacia mas ameno en torno entraban a Skaya, hasta que por fin, sus pies pisaron el pasto de aquel pacifico lugar.

Una pequeña ciudad yacia alli. El unico edificio mas alto, era la conocida "Torre de Skaya" donde desde cualquier lugar, se la podia observar, tanto desde Taraji como de Hela. Alli, en el ultimo piso, estaba sus aposentos, pero no era su objetivo. Miro a su alrededor, las residencias antiguas de varios tipos de diseños, las iglesias, basilicas, templos de cultura japonesas. Alli, era un lugar con una diversidad de religion importante. Cada quien podia basar su fe en lo que quisiera. Todos los angeles sabian la verdad, pero muchos necesitaban de cierta religion para salir adelante - ¿Y bien Samael? - Lo observo de reojo - ¿Cual es tu residencia? ¿O tu lugar de descanso y hogar? - En aquel momento, suavemente se solto el cabello, dejandolo caer por toda su espalda.
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Mensaje por Samael Vie Feb 21, 2014 4:25 pm

¿Solo café y tostadas? Así no podría demostrarle al señor Adonai toda sus habilidades. ¿Porque una petición tan simple? Podría confeccionar platos que solo se podían ver en manos de la mas alta cocina de los mejores restaurantes, pero su señor solo le pedía... eso. ¡Que persona más digna de admiración! Que una persona tan excelsa tuviera unos gustos tan humildes... ¡no esperaba menos del señor de todos los ángeles! O... ¿le estaba poniendo a prueba? Decían que la mejor forma de probar a un chef no era con complicados y elaborados platos, sino con los platos mas sencillos y familiares. Ya que era en esos con los que te volcabas en cuerpo y alma. De ellos sacabas esos sabores nostálgicos que te hacían rememorar tu añorado hogar... por eso Samael procuraba que los humanos no comieran de sus platos. Siempre tenían un toque demasiado... ¿cómo definirlo? Ah, si, de "otro mundo".

El suave sonido de los cascabeles acompañaba como una melodía su aterciopelada voz. Su señor era hermoso callado, pero cuando hablaba su voz era una bendición. Anda su pregunta rápidamente contestó:

-Me ha sido otorgada la mayor de todas las recompensas, mi señor- Samael hablaba con un tono plano, duro... ¡casi parecía estar regañándolo! Pero no era así. Se sentía feliz. Orgulloso. -Mi mesa nunca ha sido tan bendecida- añadió.

Y aunque nunca había llevado a nadie a su casa, celoso como era de su privacidad y soledad, ¡no se iba a negar a esa inocente petición de su señor! Solo los pecadores y los que cometían faltas debían temer de la presencia de su señor Adonai. Y aún así... viéndole tan generoso y amable, dudaba incluso que sus castigos fueran duros y severos.

Observó en silencio como finalmente se ponía su prenda superior... con la sensación de que había sido una solicitud un tanto estúpida. No era por criticar a Adonai, ¡por todo lo sagrado! ¡Por supuesto que no! Pero... esa ropa era casi lo mismo que no llevar nada. al menos de cintura para arriba. Los esculpidos músculos de su torso seguían siendo perfectamente visibles, dejando poco trabajo para la imaginación. ¡Quien quisiera imaginar esas cosas! ¡Samael no, por supuesto! Aunque desde entonces la potestad miraba con sumo interés todo lo que les rodeaba... -Ir vestidos es lo que nos separa de los salvajes, mi señor- comento de forma tajante. Que una persona mirara por su buen vestir y apariencia era síntoma de una persona detallista, responsable. Dos cualidades que apreciaba mucho Samael. Quizás por eso su mente omitió de forma automática el comentario de Adonai sobre que "prefería no llevar ropa". No sabía como procesarlo dentro de su lógica... que alguien tan perfecto le dijera eso... rompía todos sus esquemas.

Aunque la verdad es que había mucho que mirar. Había estado recientemente mucho tiempo en la Tierra, y volver a pasear por esas calles era nostálgico en gran medida. quizás estaba todo muy bullicioso, y lleno de gente, pero una vez al año no hacía daño. O eso decían los humanos.

Su sorpresa fue mayúscula cuando, de repente, se detuvo enfrente de una tienda... una... ¿chocolatería? Entró con algo parecido a las sonrisas de algunos niños cuando iban a comprar golosinas, aunque sabían que no debían. La imagen de su señor Adonai comiendo chocolate... fue... fue... su mente no podía imaginárselo. Pero si, le estaba comprando chocolate al brujo que regentaba la tienda. Y encima con una familiaridad totalmente irrespetuosa para con su señor. ¿Cómo se atrevía ese brujo a hablar con esas confianzas? Samael apretó los labios, conteniendo su disgusto. Después de todo, Adonai ya le había dicho que él se podía encargar de ese tipo de situaciones. ¡Pero su señor no hacía nada! Samael estaba dividido entra la confusión y el enfado.

Finalmente se dejo llevar por la confusión. Sobretodo al ver esa infantil e inocente sonrisa dibujaba en los bellos labios de Adonai al salir del establecimiento. Estaba empezando a sospechar que se había hecho una idea equivocada de su señor... ¡No! ¡Eso no podía ser! Ahh... el coro celestial no tenía nada que contra la melódica risa de su dios. ¿Postre decía? ¿Pero pensaba tomar postre con el té y la tostada?

-¡Mi señor! ¡Podíais habérmelo dicho! Si queríais un postre de chocolate yo os podría haber preparado algo con tales ingre-
se vio interrumpido cuando Adonai le tendió el chocolate. "A este paso no llega para el postre" pensó un aturullado Samael. Tenía la incomoda sensación de que la situación se le estaba yendo de las manos.

Comieron callados, mientras Samael reconocía en silencio que el chocolate que hacía ese brujo no estaba nada mal. Quizás se dejaría caer por ahí otro día para comprar ingredientes y hacer un plato digno de Adonai. Finalmente un ambiente de paz y quietud empezó a rodearlos. una señal inequívoca de que estaban entrando en Skaya. Samael se permitió el instante de respirar hondo mientras dejaba que ese airo puro le limpiaba por dentro.

Los templos, la naturaleza que los rodeaba. Si amaba algo en este mundo, era sin duda Skaya. La pregunta de Adonai le saco de su paz mental y volvió al presente.

-Esta un poco apartado, mi señor. Me gusta disfrutar de la paz y tranquilidad que aporta la soledad- explicó mientras le empezaba a guiar entre los templos y residencias de muchos de los ángeles. -Ante todo os ruego que perdonéis lo rustico de mi vivienda, no están a la altura de su belleza- sintiéndose un poco inseguro. El vivía en un pequeño monasterio. Era mucho espacio para una sola persona, pero la mayor parte de las habitaciones estaban llenas de archivos, libros y papeleo. Como potestad hubo un tiempo muy interesado en todo el conocimiento escrito existente. Tenía hasta un campanario. La cocina era enorme, y ahí pasaba muchas horas Samael cocinando en sus ratos libres. El comedor también era de generosas dimensiones, capaz de acoger a diez personas sin apretujones. La madera y la piedra eran los materiales principales en su construcción. Recordaba mucho a los edificios hechos a la Edad Media. Tenía ese encanto rústico y misterioso. A través de su escueto camino de tierra por un jardín de generosos pastos, Samael ofreció su casa a Adonai. -Sentios en vuestra casa mi señor, no dudéis en pedir lo que querías mientras estéis bajo mi techo-

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Mensaje por Adonai Miér Mar 05, 2014 3:34 pm

Es dificil no recordar un pasado cuando varias cosas se ven remarcadas en una vida. Adonai, tenia muchisimos años, mas de los que cualquiera pudiera pensar. En el presente, se veia como el dios mas añejo de todos y aun asi, extrañaba un incierto pasado.
El pasado de la antigua civilizacion, fue una epoca de oro y esperanza en donde el mismo, se sentia rodeado de algo que alguna vez amo como una raza. No se sentia dios, sino parte de ellos ya que convivia con los inmortales. Nadie observaba las vestimentas de otros, nadie te juzgaba por tu belleza... Nadie, todos eran parte de uno y ese uno parte de todos. Asi era Adonai. El camino que habia recorrido durante su eterna vida lo condujo hasta el momento actual, sumiendose perdidamente en sus pensamientos, dejando que la potestad hablara y este, no respondiera nada en absoluto.

"Recuerdo el pasado como si hubiera sido ayer. La denominacion de "Salvaje" no existia en ese entonces. Uno vestia... De la manera en que llevo puesta mis ropas. La libertad era signo de sabiduria y aprendizaje, donde nadie se veia sometido ante nada... Eran inmortales, hermosos como toda mi raza. Los niños crecian de manera lenta, pero uno nunca decia "Que rapido paso el tiempo, no logre apreciarlo". Aquellos millones de años, se aprovechaba el tiempo, ya que tenias una gran cantidad... Pero... No pudimos controlar las grandes masas. Pareciera que los humanos estan hechos para ser aun mas libres de lo que nosotros pensamos o de nuestros propios limites y de alli... Llamamos a la creacion de Mors. Nos odiaron, repudiaron, intentaron matarnos pero... Eramos dioses y lo seguimos siendo. El odio nos hizo retroceder ante nuestra propia jaula contra una libertad y cada uno, fue por su propio camino, hasta la actualidad. Ser salvaje, es lo mejor... Pero tambien, me induce a una duda..."

Cuando Adonai volvio en si, frente a el se levantaba un gran edificio añejo, nada mas y nada menos que un monasterio. Recordo en ese entonces, que todos los angeles tenian la libertad de crear sus casas u hogares de la forma que mas amaban. ¡Ah! La epoca medieval. Las religiones de aquel entonces sucumbian a la quema de hogueras, brujas, hechiceria, encantos, etc. Una de las cuantas epocas que detonaron las almas corrompidas... La curiosidad de los humanos, fue impecable y aborrecible a la vez.

La soledad.... - Murmuro para si mismo, llegando a oir pocas palabras del menor a medida que se adentraba en aquel lugar. Observaba como las piedras levantaban grandes paredes, las mesas se extendian por doquier como si albergara una secta religiosa o varios monaguillos. Recordo que la soledad, era un punto debil y lo llegaba a asustar. Sus hermanos siempre lo molestaban con que era "Rapunzel" ya que se solia encerrar en la gran torre de Skaya, justo en el ultimo piso donde estaban sus propios aposentos y de alli, miraba desde su ventana toda su tierra, como esperando a un "Principe" o alguien que le de compañia. - No sucumbas tanto ante la soledad... Busca aun que sea, la presencia de alguien que no genere ruido... - Cerro sus ojos con cierta paciencia - He vivido mucho y hubo un tiempo en que la soledad ya era un tanto... Tenebrosa para mi gusto - Elevo la vista, solo para observar aquel gran techo con sus lamparas colgadas, sin necesidad de alumbrar nada en absoluto ya que las ventanas estaban abiertas, dejando entrar la luz de aquel sol que lo llenaba de energias. Se lleno los pulmones de aquel aire puro y exhalo con cuidado, decidiendo por sentarse en una de las sillas, dejando sobre la mesa los chocolates.

¿Por que estaba haciendo aquello? ¿Por que estaba en la casa de Samael, cuyo ser nunca habia hablado tanto ni se vio interesado? Adonai era alguien que solia pensar demasiado y se sumia en recuerdos... No tristes, pero si nostalgicos. Cuando lo hacia, buscaba a lo sumo la compañia de alguien que lo lograra distraer lo suficiente y asi conocia aun mas a sus seguidores... Aun que el ya los habia estudidado a fondo. Pero cada dia que pasaba, descubria mas de estos seres, llegando a la conclusion de que ninguna persona termina de conocer a otra... Por mas que sea un hijo, pareja o padre, nunca terminaras de conocerla.

Sintio que habia pronunciado pocas palabras, pero tampoco sabia que decir en ese momento... Se sentia aturdido de sienta manera, asi que solamente froto su frente, pensando en algo - Los chocolates los compre para no darte mucho trabajo en la cocina - La consideracion era parte de su ser - Pero... Si gustas, tambien puedes hacerlo, con agrado los aceptare y me los llevare. Son mi debilidad al fin y al cabo - Al elevar su vista, sonrio suavemente al menor - Y tu hogar no me molesta... He vivido en la epoca medieval en muchos de estos lugares, hasta que la civilizacion aumento su tecnologia y pasos. Me gusta que tengas un gusto sobre este tipo de estructuras y las conserves... Es algo bueno para lo que siempre me ha gustado ver de Skaya... - Concluyo ya sin mas idea de que acotar sobre el tema -
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