Mi arma...el orgullo (Libre)

Otro día más había amanecido, en los cielos los días eran tan brillantes y las noches tan oscuras... Nathaniel se colocó su espada, parecida a una katana en el cinto y salió a paso lento con sus lujosas ropas por el centro de Jasmina, allí estaban todos los hombres y mujeres de poder en el reino inmortal, la nobleza y alta burguesía, y algunos serafines de alto rango como él.

Nathaniel caminaba a paso lento, mirando todo a su alrededor, con su mirada tranquila y desinteresada, como la que siempre tenía. Pasó junto a dos serafines que bromeaban, era de alto rango, pero aún así menos que el rango de Nathaniel. Este los miró con el gesto torcido, con una mirada parecida al asco."Son serafines de alto rango, ¿cómo se pueden comportar así?" se preguntó en sus pensamientos mientras pasaba de largo, sin pronunciar ningún saludo cortés.

Ningún serafín comprendía a Nathaniel, era sereno, tranquilo y estricto, todo lo contrario que los burlones y crueles serafines, aunque había algo que si compartía con los de su raza...la egolatría. Aunque para Nathaniel la suya era justificada.

Fue a parar a las afueras del centro de Jasmina, donde había una pequeña zona boscosa, se sentó al refugio de un árbol, por allí no solía pasar mucha gente, era un sitio tranquilo, un sitio donde se podía pensar y respirar tranquilo, un sitio como el que Nathaniel necesitaba.

Apretó el puño pensando en toda la gente débil que se hacían llamar guerreros. -Porque sostengan una espada y tengan fuerza no son unos guerrero...- se dijo a sí mismo en voz baja. -Para ser un guerrero se necesita serenidad y saber del arte de las espadas. Agilidad y fuerza, no solo fuerza brutal. La fuerza bruta es para animales.- se volvió a decir en el mismo tono cansado de antes. -Son débiles, no se merecen combatir contra las almas impuras...- apretó con fuerza el puño. -Por culpa de su incompetencia gente muere, gente inocente- se repitió, pero esta vez negó con la cabeza. -Eso a mi no me debería importar-.