Nathaniel [ID]

Nathaniel es considerado uno de los seres divinos más bellos del cielo, y posiblemente el más bello de los serafines, dicen que es el segundo ser más bello de los cielos, por detrás de Adonai, su creador.

Nathaniel en su forma angelical: Mide dos metros, lo que no es muy alto, ya que los serafines suelen ser corpulentos. Es delgado y se mueve con agilidad.
Tiene unos ojos violáceos, pocos tienen los ojos así, y dicen que son los más bellos del cielo, aunque su mirada es frívola, seria y distante, extraño, ya que los serafines suelen ser bromistas y tener miradas muy animadas.
Tiene una piel pálida e intacta.
Su pelo es negro y le llega hasta los omóplatos. Lleva el pelo adornado con unos objetos de porcelana, que recogen unos mechones de su pelo, los cuales caen sobre su frente.
Su vestimenta se basa en túnicas lujosas y una especie de bufanda de seda sobre los hombros.
Tiene dos alas de un blanco impresionantemente puro, como la nieve virgen, son grandes, aunque siempre las lleva enfundadas en su espalda. Únicamente las libera cuando una batalla se pone complicada, y debe ser muy complicada. Y también cuando Adonai, su creador, se lo ordena.

Nathaniel en su forma humana: Mide 1'80 metros, es delgado y se mueve con agilidad.
Conserva los ojos violáceos de su forma angelical.
Su piel es igualmente pálida, aunque no tanto como en su forma angelical.
Su pelo es exactamente igual al de su forma angelical.
Usa ropa oscura.

Su temperamento es sumamente extraño para los serafines, es serio y se cabrea con facilidad, aunque a veces este temperamento torna a bromista, pero siempre con un límite muy marcado.
Es totalmente indiferente del sufrimiento ajeno, aunque no soporta que hagan daño a las almas más puras e inocentes, lo que hace que Nathaniel saque su lado más agresivo y destructivo.
Nathaniel tiene un gran respeto por Adonai, aunque el punto débil de Nathaniel es que no sabe acatar las ordenes, y las desobedece enseguida, trayendo la furia de su venerado creador.
Tiene un concepto propio de justicia, sólo actúa acorde a lo que él mismo cree correcto, no a lo que le dictan que es correcto, y si eso significa que deberá incumplir las órdenes directas de Adonai lo hará sin pensarlo dos veces.
Mayoritariamente no respeta a nadie que no sea él.
Considera inferior a toda raza que no sea serafín, menospreciándolos y raras veces demostrándolos su propia fuerza.
Encuentra sumamente estúpido combatir para demostrar su fuerza, ya que muchos la conocen y temen.
Nathaniel tiene un gran complejo de superioridad ante los demás, y la verdad es que nadie ha conseguido rebatirselo.
Cuando derrota a un enemigo no se para ni a mirar su cadáver, simplemente se da media vuelta y mantiene su rostro neutro, como lo ha tenido toda la batalla.

Nathaniel nació en el seno de la realeza de Roma. Hijo del Rey romano Tulio Hostilio fue envidiado por muchos, no sólo en cuanto a poder, sino en belleza. Fue el heredero de este Rey, todos le alababan desde pequeño, aunque Nathaniel mostró un comportamiento algo solitario y distante, muchos discutieron si debía hacerse cargo de Roma cuando su padre muriese, aunque Tulio Hostilio, su padre, siempre le apoyó y protegió. Nathaniel solo gozaba de la compañía del bosque, de la naturaleza en sí. Siempre le pareció algo puro y digno de su atención, ya que las charlas de Roma, el bullicio de la capital y todas las conspiraciones y traiciones que unos suministraban indiscriminadamente a otros le enfurecía y agobiaba. Era diestro con el arco y la espada, aunque nunca presumió de sus habilidades, incluso detestaba el enfrentamiento directo.
Pasaron unos años y ya se veía más claro su ascenso al Trono de Roma, en estos años Nathaniel había cogido el gusto por todo lo lujoso, aunque no había perdido su amor por la naturaleza. Ya tenía 19 años cuando se reunió con su padre, y fueron junto a varias decenas de guardias al bosque, eran tiempos de sucesión al Trono y no podían dejar dar un paso al Rey o al heredero sin protección y supervisión constante. Nathaniel y su padre se sentaron durante unas horas al lado de un gran árbol a hablar, su padre le dijo todo lo orgulloso que estaba de él y que se quedaría tranquilo si el Trono le pasaba a él. Nathaniel adoraba a su padre sobre todas las cosas.
Nathaniel se levantó para estirar las piernas durante unos minutos, justo cuando regresaba junto a su padre, el cuál le sonrió, algo apareció detrás de Nathaniel, clavando una espada negra en su espalda, atravesando su cuerpo. Un rio de sangre cayó por las comisura del labio de Nathaniel justo cuando vio el rostro horrorizado de su padre. El enemigo se hizo cenizas antes de que la guardia le consiguiera capturar. Nathaniel cayó al suelo y su padre se arrodilló a su lado, sosteniéndole la cabeza y pidiendo clemencia a los dioses, de los cuales no obtuvo respuesta. Los ojos de Nathaniel se apagaron para siempre.

Adonai introdujo en el cuerpo del heredero muerto un alma del Serafín Efesto, uno de los más poderosos, el cual cayó en batalla. Tras introducir el alma de este ser en el cuerpo de Nathaniel este recobró el aliento. Lo primero que vio Nathaniel fue a Adonai, el cual le había otorgado un don, desaparecer entre la naturaleza como si de magia se tratase.

En los cielos conoció a quien le dio su don, a quien le salvó, a Adonai, el cual Nathaniel respetó. Le fue concedida un arma de inmenso poder, una espada tan pura como un lago bañado por la luz de la luna. Nathaniel entrenó como serafín, su espada era poderosa, pero pocas veces Nathaniel la usaba contra alguien directamente, sino que con esa espada conseguía unos poderes extraños, podía crear raíces que ataban y atravesaban a cualquier ser menos a los dioses, creaba vida natural donde fuera y como fuera, un poder que fue temido y alabado por muchos, incluso impresiono a los mismísimos dioses. Nathaniel es uno de los serfines más diestros.