Greynald. El primer hijo de Satanás

Sin muchos cambios en su apariencia, ni interés en verse mejor o de alguna manera diferente a lo que lleva siempre, sus vestimentas, monótonas, y monocromáticas de tonalidades grises a negras casi lo hace lucir como un sacerdote o un cura. Solo con un toque de color en su blanca piel están sus ojos, de dos tonos de verdes combinados en su iris, una mirada que, la mayoría del tiempo mantiene oculta o distante, desinteresada y sin sentimientos. Difícil es leer sus expresiones, ya que con agilidad las oculta bajo una fachada de desinterés total.
Es alguien que si bien, no deja salir mucho su otro lado, una mitad diferente. Alguien cuya mirada puede representar más que indiferencia, puede representar mas que diversión absurda o broma, puede representar amor, o incluso preocupación por alguien que no sea el. Es posible, pero, si ves alguna expresión de estas, obsérvala bien, porque puede ser, que jamás lo veas nuevamente, en el primer hijo de Satanás. Sus cabellos largos en ese extraño flequillo sirven para tapas cualquier gesto que el no pueda contener, y el color gris, ayuda aun mas a la monotonía de su forma de lucir. Lo único peculiar en el, o digno de destacar son sus largas uñas negras que ya desde su nacimiento adquirieron ese color, quizás, por los poderes, que habían sido otorgados.
Sin brillo y opaco, no busca mas que pasar desapercibido entre los demás, es una forma de tratar que el mundo entero pase de el, porque claramente, no le interesa mostrarse, solo desea, como se diría vulgarmente “hacer la suya”. Y así tanto ropas, como gestos, al igual que sus movimientos, demuestran que el no es alguien que podría considerarse  “El alma de la fiesta” a menos de que el mismo, decida que es tiempo de divertirse.
Pese a todo lo antes dicho hay algo, una dureza en su rostro que debemos destacar, una cicatriz que lo atraviesa en diagonal, por sobre el puente de la nariz hasta la parte baja de la mejilla. Una herida que tardo siglos en cicatrizar y que fue hecha con un arma divina, de ella en un momento pendió su vida. Y desde entonces se convirtió en quien es ahora.
Su forma demoníaca por otro lado, no es muy diferente a como es el en realidad, solo difieren en unos cuernos, puntiagudos y enrollados, de tamaño mediano que sobresalen de los lados de su cabeza, su cabello, antes trenzado, se queda suelto para cubrir  las negras telas que contornean su cuerpo de manera holgada. Sus uñas negras se delinean en zarpas en el mismo tono. Su contextura, es la misma en todo momento, no es exageradamente grande ni muy delgado, es alguien estilizado que no necesita ni ve necesidad de concurrir a la fuerza física, por lo que sus músculos, aunque fuertes como los de cualquier demonio, no tendrían posibilidad de contrarrestar a alguien en un ataque frontal. Pero tiene un arma Una Oz con la que, si bien no puede hacer mayor uso de su escasa fuerza, si de su inteligencia, y rapidez, para utilizar la propia inercia y aceleración del arma para hacer un golpe, letal. Aunque, cabe recalcar, que si puede evitar confrontamientos físicos, lo hará.

Su personalidad… No… no es algo que pueda tomarse a la ligera en una simple descripción de lo que es… porque el “es” muchas cosas, el es lo que era, pero es en lo que se convirtió, el no es a simple vista lo que es, y mucho mas, el es, el, y no creo que haya mejor forma de definirlo.
Desinteresado por la vida el se muestra jamás dejando ver su verdadero rostro, oculto tras una mascara a la que le mismo llama su propia libertad, pero que no los engañe aquel comportamiento, burlón y bromista, que no los confunda con algo superficial o con poca inteligencia, por que es exactamente lo que desea que hagas, creer esa fachada. El espera que las personas lo vean como se muestra y no como es, para poder  vivir con la libertad, de que nadie esperara algo de el, para no tener la presión de llenar los zapatos de alguien mas, para no “volver” a poner su corazón en algo, para lo que probablemente y según el echaría a perder.
Busca de aislarse y pasar desadvertido la mayoría del tiempo, caminando como una sombra de un sitio al otro, la libertad es su única guía, y el egoísmo su compañero, es un pecado en el que inconscientemente el recae. Prefiere depender de si mismo antes de la expectativa de saber lo que esperan de el.
Lleva sobre el una mascara de comodín, esperando a la persona indicada que lo obligue a quitársela.
Dentro el, es lo opuesto a lo que manifiesta, le preocupan los demás, mas de lo que debería, es detallista y cuidadoso con lo que hace, y mas aun si la persona, es demasiado especial para el, un ejemplo de este es en el amor. No le gustan las cursilerías, pero de los que, si logras romper aquella barrera que los separan y penetrar en sus sentimientos, puedes estar seguro de que jamás olvidaría nada respecto a ti, su gran memoria y conocimiento facilitan que trate de ayudar, pero como buena persona, con rasgos, no de timidez, sino casi autista, cerrado con todos los demás, no será bueno para hablar o aconsejar, pero siempre estará dispuesto a ser un oído para que el otro y un hombro en el cual podría apoyarse, siempre que no halla nadie cerca, la simple cercanía de otros podría hacerlo volver a su cínica y abstracta sonrisa sin sentido y su comportamiento “aparentemente errático.”
Tanto la presencia de personas con las que no tiene la confianza necesaria como el simple nombramiento de su pasado hace a este ser retroceder lo avanzado, su pasado es capas de dejarlo callado y sin acción, incluso, hacerlo perder una pelea, por tratar de aislar de su mente, conscientemente, las palabras y pensamientos que lo inundarían.
Fuera de quien es realmente, y estamos hablando de su fachada o “mascara”, es alguien con quien no desearías encontrarte, no por el hecho de problemático, o ególatra, sino porque, probablemente, si lo encuentres, no sea por tu decisión, sino porque el, ha decidido, “divertirse” contigo. Claro, no de una mala manera, pero bromas pesadas, control de su cuerpo, y demás burlas, lo hacen rozar lo grotesco y lo “asqueroso”, pero si deseas entablar con el una conversación ¡Bienvenido seas a retirarte! Porque no recibirás mas de el mas que simples palabras y contestaciones sin sentido, y hasta puede que el mismo silencio incomodo combinado a una expresión intensa, haga que solamente, busques retroceder lentamente, hasta desaparecer, fuera de la vista de este extraño demonio.
Por ultimo cabe aclarar, que fuera de lo que todos creen, su locura o desequilibrio, no es tal, no es algo provocado por un trauma, el sabe lo que hace y sabe el porque de todas sus acciones, no toma las cosas a la ligera y analiza sus palabras para lograr que esta entonces con su apariencia desquiciada, su inteligencia le da el poder de hacer aquello, y el, consiente de esto, se aprovecha para intentar alejar a toda persona que decida intentar “socializar”.

Greynald, nacido en la mismísima cuna de Hela, primer hijo de Satanás y el futuro heredero al trono, descansaba en los brazos de su madre, mientras era observado por ambos padres con cierto cariño, el primer fruto del amor que se conferían, el primero , pero no el ultimo. Sus ojos “inocentes” miraban al mundo con curiosidad, animales, plantas, cualquier cosa que lo rodeaba, todo, excepto a sus pares, a los cuales, pese a que era el heredero y debía imponer respeto así tanto como justicia ante todos,  casi manifestaba querer pasarlos por alto, no de una forma grosera, sino porque el mismo, se encontraba totalmente sumido en sus propios pensamientos sobre todo lo que lo rodeaba.
Pese a esto, como buen heredero del trono de su padre el mantenía su mentón en alto, y, con un esfuerzo de su parte se mostraba imponente y apasionado, como su padre deseaba que el se viera,  tomaba el esfuerzo de  asumir su posición y de tratar de llenar los zapatos que algún día dejaría su padre en Hela. Pero aun así, fuera de su actuación frente a los demás, el joven Greynald aun mantenía su posición ante sus creencias, el deseaba la tranquilidad y la quietud, la paz y sobre todo la libertad, pero claro… ¿Cuánto podría saber de libertad alguien que desde que nació esta atado a un ideal? No lo suficiente para reflexionar ante sus propias creencias o su propio ser, Grey solamente agachaba la cabeza, pese a su cierta incomodidad ante la excesiva cantidad de personas, y la volvía a subir en cuanto tenía que ponerse en el papel que su padre le había encomendado y que se le había dado al momento de nacer.
El demonio era muy apegado a solo dos personas, las cuales, habían sido capaces de traspasar esa barrera que tenia como si se tratara de un delgado cristal, su hermana, Luna y su madre, Lilith. Tal vez en apariencia, parecía hasta serles indiferente, pero en sus ratos a solas, o simplemente en la manera en la que el las miraba y en sus gestos, hasta era capas de sonreírle a ellas, de una manera suave, hasta dulce, en lugar de manía para apartarse de cualquiera, ellas eran su familia, al igual que sus dos hermanos y su padre. Pero simplemente, era diferente.
Años pasaron evadiendo el tema del trono, sin intensiones de abandonar el “privilegio” que se le había concebido, pero en solo una noche, todo lo que era su mundo, simplemente, murió. Una noticia llego a sus oídos por la voz del mensajero de su padre. —“Su esposa, Lilith y su hija, señor, están muertas. Las almas invocadas por los humanos se las han llevado con ellas.”—El mensaje iba dirigido a su padre, por desgracia, se encontraba el alado en ese preciso momento. Una noticia, fría, seca, y amarga que lo dejo sin habla por unos minutos, pero pese a eso, duro menos congelado que su padre y el fue el que rompió el silencio, por primera vez, espero hasta que el mensajero se marchase y dejo salir todo lo que pensaba. ¿Por qué su padre no pudo hacer nada? ¿Por qué les habían permitido ir al mundo de los humanos? ¿Por qué siendo un Dios como el  era no le era posible proteger lo único que  tenia la suficiente importancia para el? ¿Porque? Y sin respuestas se marcho, escupiendo las palabras a su padre, lo mas suaves que pudo hacerlo. El jamás se alteraba, pero eran su madre… y su hermana… y eso, jamás se lo perdonaría, el llevaba la culpa y siempre lo haría.
Con el enojo se olvido del mundo, salió de hela, y por si mismo intento saber que había pasado, seguir los pasos de donde habían arrastrado a su madre a las horribles fosas de la muerte y claro, luego al merecido “paraíso”. Fue de tierra en tierra, preguntando y esperando que las respuestas aparecieran, y aparecieron, pero no fueron las respuestas que el buscaba, sino, las que verdaderamente, merecían ser encontradas. Logro conocer la libertad y vivir experiencias que, solo en sus sueños, podría llegar, averiguar sobre los humanos, su mundo su funcionamiento,  aquello tan preciado para ellos llamado  “Biblia” y las costumbres que los rodeaban, seres libres, seres que no tienen que obedecer a nadie, y que sin merecerlo son guiados hacia la gracia. Casi sentía envidia de ellos.
Sus pulmones se inundaron de la paz que le estaba haciendo falta para recuperarse nuevamente, la tranquilidad que necesitaba para volver a sonreír, y sobre todo alguien, a alguien, que le abrió la mente al mundo que tenia frente a sus ojos, su voz, suave y tranquilizadora,  y una mirada, ojos grises, como un cielo nublado. Pero brillantes, como si detrás de las nubes pudieras ver el sol, o… quizás no el sol, sino un relámpago fugaz que era capas de iluminarte, pero, fue exactamente eso, fugas, porque así había sido. Una lluvia ampliamente perfecta que luego  se convirtió en un diluvio, un huracán, y en el verdadero ojo de la tormenta.
La forma en la que Grey la observaba delataba en gran parte lo que sentía, cada día, cada noche que pasaban en la intemperie o recorriendo el mundo, el tomaba una flor silvestre,  para conmemorar su libertar, y la enredaba en sus  cabellos castaños, sin excepción durante a menos, la mitad del tiempo que estuvo lejos de Hela. Pero esa persona no pensaba lo mismo, para ella el no era mas que el pase para lo que deseaba a si mismo eso era, el llegar a Satanás, ¿Y que mejor manera que a través de su hijo? Y hubiera funcionado, si no hubiera sido porque  el mismo, piso sus propios pasos y no contaba con que Grey estuviera cerca de donde este “Potestad” se encontraba.
— Solo unos años más, y el heredero hará lo que desee, pero debo estar seguro. — Murmuro el, mientras yacía recostado sobre las arenas blancas de una playa con la cabeza en las piernas de otro de sus hermanos, mientras daba una mordida a una de las frutillas que el hermano mantenía frente e el.
— Todo sea por desenmascararlo. —
— No será muy difícil…. —
Greynald permanecía a una distancia prudente de ellos, detrás de unas rocas que ocultaban su cuerpo, pero por suerte no impedía que las palabras llegaran como puñaladas a su recientemente abierto corazón. El se retiro del lugar  sin ser visto no oído, pero con la cabeza gacha, lo habían engañado y el solo pensaba en irse del lugar. Cierta pasión heredada de su padre le había conferido un cierto dramatismo, más interno que dado por manifestaciones exteriores.
Pero al parecer a el no le era posible ocultar su presencia, puesto que apenas se retiro unos pasos, sintió algo filoso rozar su cuello y como cualquiera haría se quedo inmóvil, soltando el aire por su boca, lo ultimo que quería es una confrontación, y meterse en este tipo de cosas, que, seguramente involucraban traición.
— Lamento tener que incordiarte de esta manera. Pero me preguntaba,  ¿Que habías escuchado, y donde te iras? —
— Volveré a Hela. —
Aunque no lograba verlo, porque la posición se lo impedía, podía saber por ese tono calmo y el calor alrededor de su arma, que se trataba de alguien que tenía su gracia divina, un Potestad. Tenia suerte, aquellos odiaban los pleitos tanto como el, pero en ese momento, estaba acorralado, y como todo ser, se defendería.
— ¿Por qué deberíamos dejarte ir? Podríamos morir si hablas. — Sentía detrás de el que el cuerpo del otro se tensaba en cada palabra, y aunque no parecía afectar su voz si lo hacia con sus músculos, nervioso, o hasta ansioso, cualquiera podría darse cuenta.
— El no hablara, huyo de su casa por no soportar la muerte de dos personas, — Agregó Eloy, Aquella otra Potestad, que había actuado en su cara y de el cual dolían sus palabras. — El no tiene la fuerza necesaria para decir algo, y no le interesa el trono. —
Se maldijo a si mismo por haber hablado mas de lo necesario, por haber confiado su vida a aquel Potestad, por haber abierto su corazón a alguien que apenas conocía, esa fue su debilidad, y su castigo por ello estaba en progreso. Apretó los labios  sin moverse del lugar donde se encontraba, “Era completamente inútil intentar superarlos en fuerza.” Pensó, aunque fueran simplemente dos potestad, eran mas en numero y llevaban armas divinas, las cuales, con un simple movimiento podían firmar su sentencia de muerte.  — ¿No piensas decir nada?— Su voz interrumpió sus pensamientos y el observo de reojo el rostro al que hacia tan solo unas horas le había conferido su amor, pero no demostraría la debilidad que sentía por el o por esos labios que había sabido besar en un tiempo. Simplemente no les daría el gusto de saber, que pese a que le ardía su traición, el mismo no creería posible poder olvidarlo. Aparto la vista.
— No. —
Ambos rieron con ligereza. “Esta muy cerca para usar mis hilos” Trataba de observar alguna alternativa de escape, o alguna forma de poder distraerlo, pero el bien sabia que no seria sencillo estando con prácticamente la raza mas inteligente entre las divinidades.
— No es su estilo hablar de mas, excepto conmigo, ¿No? — Descaradamente  se paro frente a el, y busco su mirada. Grey levanto la propia para observarlo con esos ojos verdes caídos y hasta ausentes, sorda negación a lo que estaba diciendo, estaba dolido. — Piensa que si tu padre sabe alguno serás el único afectado, miles de ángeles morirán, Satanás le dirá a Adonai, y este pese a ser misericordioso, no tolerara tal descaro y nosotros solo deseamos hacer un bien a nuestro Dios, pero seremos tachados por rebeldes de enterarse. El jamás desconfiaría de su hermano.
— No me interesa. — No lo dejo terminar de hablar, este tema le confería como heredero, había una rebelión contra Satanás en puerta y su reino y el equilibrio estaban peligrando. Pero no era así, en ese momento, el reino no le importaba.
— Lo se, lo se, querido. Se lo que paso con tu padre. Tranquilo, por eso podrás irte, y el solo recuerdo mío te hará callar, como lo hace el de tu madre y ¿Como era?…. tu hermana… ¿Verdad?— Este no respondió y bajo nuevamente la mirada sintiendo el doble sus palabras.
El silencio rondaba el lugar, ya las pausas se hacían eternas y esta eternidad cada vez mas hiriente, pero necesitaba mas. Aquellos dos ángeles parecían entenderlo, se miraron mutuamente y Eloy tomo una pequeña daga haciéndola girar en sus dedos y enredar su otra mano entre sus cabellos para obligarlo a levantar la mirada. Soltó un gruñido sordo  pero mantuvo los ojos cerrados, hasta sentir el metal frio de su arma cortar con ardor si piel desde sobre el parpado  hasta debajo de su pómulo en diagonal, soltó un grito  fuerte y la herida comenzó a sangrar, solo escucho sus unas palabras entes de perder la conciencia. “Cuatro.”.
Despertó luego de quien sabe cuanto tiempo tendido, en un prado, verde y fresco, el mismo rogaba que todo hubiese sido un sueño, pero no, esa pesadilla era real, toco su rostro y al notar la irregularidad torció el gesto para acercarse  a un charco, y ver la cicatriz comprobó todo, se enderezó y noto que sus ropas aun estaban intactas, sin marcas ni manchas de sangre, trago en seco y corrió sus cabellos ante su rostro, para con un Rajini volver a Hela su hogar. Una nota cayó de sus ropas y al leerla la guardo. Planto una falsa sonrisa y se transporto a donde estaba su padre, apareciendo frente a el y como se imagino le dio la bienvenida nuevamente con los brazos abiertos, pero Gray guardaba cierta distancia de el, quizás por ciertas dudas sobre todo, y rechazo el trono en la misma visita, y omitió las preguntas de su padre sobre la cicatriz que ahora rompía la belleza de la que antes había sido poseedor su rostro. Acuso a la libertad al crecimiento de si mismo fuera de todo lo que aquí le imponían,  la responsabilidad, y de que eran cadenas para el mismo, por primera vez subió la cabeza e ignoro toda petición de su padre de quedarse. El trono le fue conferido a su hermano y el quedo por fin libre de toda atadura, excepto, las que lo unían a esa nota
“No hables, volveremos para explicarte todo, lo mejor es, mantenerte al margen.” Firmada el “él”.
Todos los conocimientos que había adoptado en el viaje, chocaban con su presente, las palabras estudiadas completamente de la biblia, con la realidad a la que se enfrentaba, un lugar que si bien tenia los fundamentos para avanzar no lo haría funcionalmente, porque si bien, todos estaban unidos para un bien común, parecía que había seres, que tenían en mente, otras maneras de lograrlo.
Y el, no quería ser parte mas que de su propio objetivo.  Liberar su condena.

Actualmente~
Sin el peso en sus hombros de la liberación, y con la influencia de ese viaje, el había cambiado, y todos los que lo conocían podían dar fe de aquello, quien antes trataba poco a las personas ahora tachado por una actitud desinteresada, solo vaga por el mundo con el propósito de su propia diversión, se había jurado a si mismo no apegarse a nadie mas de lo necesario. Con sus hermanos podría llegar a establecer una conversación, por lo que su hermano del medio, podía llegar a admirar su decisión de dejar el trono convencido por sus palabras, en parte ciertas, y en parte un justificativo.
Sus bromas son conocidas en todo lugar, puesto que sin le presión de ser una figura "Política" podía hacer lo que le plazca para asegurarse de que las personas no estuvieran a su alrededor, prefería ser solo una sombra libre que el mas grande demonio, si debía sacrificar su sombra. Esta posición lo llevo a emplear una técnica que lleva siglos funcionandole. Sin ser maleducado o descortés planta una sonrisa inquietante en su rostro, y automáticamente los seres se alejan de el, y si eso no lo hace, sus palabras y bromas o burlas, junto a su reputación lo harán, no permitiría que nadie entre a su corazón, y no dejaría que esa corteza de rompa fácil, ya que aun esperaba, a quien le había prometido, volver a encontrarse.