Marc-Antoine Leroy... (En progreso.)

Muchos osan describir su estilo como recargado e incluso inapropiado, pero  también esas personas creerían que se trata de alguien que desea llamar la atención, tatuajes de reptiles, y anfibios recorriendo como mangas sus brazos, torso, espalda incluso  abdomen y nalgas, trozos de metales, pircings, perforaciones y expensares, que adornan con un tono brilloso toda la superficie de su cuerpo, ya sea en su cara tanto como en sus pezones. Y si, puede que tengan razón, le gusta llamar la atención, y ser el centro de habla, no de una forma masiva, pero le gusta destacar.

No pasa inadvertido con sus casi dos metros de alto, y mucho menos con aquel estilo de combinación de ropas formales, como trajes y galeras con los tradicionales jeans y camisetas mangas cortas que evocan a su pasado como heredero en jefe del famoso circo de Francia “La lumière noire” o mas conocido en español como “La luz oscura.”
Su complextura ancha  y maciza, pero no cuadrada, permite ver, sin ropa, o sobre una simple camiseta, aquellos músculos marcados y hasta ligeramente venosos que luce sin ninguna restricción u pudor existente. Esta acostumbrado a mostrarse en escenarios y enfrente de muchas personas, por lo cual el moverse en publico para el no tiene ninguna dificultad. Ademas es, pese a la torpeza de su cuerpo, bastante ágil con los dedos, y puede, sin que te des cuenta, haberte dejado completamente desnudo.

Tiene un cabello negro, bastante largo para ser hombre, sin llegar a exagerar, sin brillo, pero densa maraña que se oculta debajo de las diversas galeras, que con maestría va cambiando. Galeras, cuyos decorados no encajarían en ningún otro lado que no fuese, justamente, un circo, debido a su extravagancia.

En cuanto a su forma de muerte es el mismo, su galera, cuyo alerón le tapa la mitad de su ojo izquierdo y unas alas negras, amplias y casi apocalípticas que se despliegan para ser, lo ultimo que la persona vea, antes de acabar con su existencia terrenal.

No es alguien cuya personalidad sea muy difícil de definir, alguien como el, solo al verlo te darías cuanta de su forma de actuar, porque es, tal cual luce, extravagante, salvaje, arriesgado, y, de alguna manera, también un total truhán.
Entrenado por el mejor circo de estafadores de toda Francia y Europa en su vida pasada, aun conserva la sutileza y agilidad, tanto como los juegos mentales que le es fácil aplicar con quienes están desatentos, u osan desafiarlo sin creer en sus habilidades. Tiene una personalidad muy fuerte, sin llegar a ser egocéntrica, roza la despreocupación por momentos, no por la misma soberbia sino, porque  solo le haría caso a lo que es verdaderamente interesante para el, o lo que contenga un desafío, ya que estos, tanto como su fortaleza, son su mas grande debilidad.

A veces cruel, pasional y salvaje, extravagante y teatral, sabe actuar y fingir emociones donde no las hay o simplemente anularlas completamente de su forma de comportarte. Jamás verán de el una lagrima, puesto que aprendió desde pequeño a ser duro para tolerar el dolor de de los ganchos que atravesaban en su piel o simplemente, la falta de algunas necesidades básicas cuando niño.
Lleva en el una noción de la realidad casi totalmente diferente a la feliz armonía de todos los seres humanos. Ya que el vio la cara de la sociedad que no debía verse. Consumido en una época por el opio que afloraba en Europa, conoce la noche y sabe cueles son los lugares para “divertirse” (burdeles, telos, etc) y los lugares para “olvidar” (Así como los fumaderos de opio y distintas casas de drogas). No es un mojigato, mucho menos, pues la noche llama a este seguidor, logrando mezclarse entre los mortales, como una simple y común rata (Traficante).
Pese a todo lo que le ocurrió, solo se podría considerar un tipo serio en cuanto su trabajo se antepone a la diversión. Como todo Rajani debe conservar la palabra de su Dios y obedecer a sus objetivos sin cuestionar, aun cuando lo que le están pidiendo sea nada más y nada menos, que acabar con la existencia terrenal de su amor.

Nacido en una familia cuyos recursos no eran suficientes para alimentar a sus numerosos doce hermanos, muchos de ellos incluyéndolo, fueron obligados a trabajar a temprana edad. El pedido de las limosnas no eran del todo, bien recibidas por los lugareños, y mucho menos en esos barrios bajos, donde no solo su familia necesitaba recursos, sino, más de la mitad de la zona.
No sabiendo que mas hacer, y con la sencilla esperanza de un niño de nueve  años de poder solucionar todo, comenzó a usar otra técnica para reunir cosas a su familia. Distraídos comerciantes y compradores, de las bajas calles y propietarios del mercado negro eran blancos perfectos para un niño, que aun no se había desarrollado, y cuyas piernas eran rápidas pero mucho mas lo eran sus dedos junto con su suave tacto de algodón para quitar las propiedades. Relojes de oro, piezas de joyería tanto imitaciones como legítimas, en esos lugares se podían ver diversas cosas, Tanto como manzanas, carnes u comidas, que dejaban ver y robar con mucha facilidad, mas aun cuando, a los once años, ya se había convertido en un experto, y como todo experto, jamás estaba solo. Sus hermanos se habían unido a el, mayores y menores un grupo muy numeroso que se movían coordinadamente para poder abarcar la mejor zona posible.
Primer paso: Distracción. Una pelea, un llanto desesperado, una suplica, o simplemente chascarrillos y bromas, de a grupos de cuatro, para que la atención tanto de mercaderes como de los compradores se centraran en ellos.
Segundo paso: Vigía. Uno era el centinela que verificaba desde encima de los toldos u cajas acumuladas a los costados que sus hermanos no sean descubiertos.
Tercer paso: Travesura: Mientras la distracción seguía en marcha con una reconciliación, con un arrepentimiento o simplemente con un abrazo a las personas, el mas hábil de todos, en este casi, Marc  se escurría entre la multitud para llegar a obtener la mayor cantidad de objetos preciosos que las personas dejaban al descubierto.
Y claro, siempre por las dudas había un cuarto paso, que era ante alguna sospecha, hermanos relevaban al “Travieso” para que este se vaya libre de culpas y otro siguiera la tarea.
Era casi imposible que los adultos y la gente recurrente memorizaban las caras de los doce hermanos, y mucho más conveniente si iban variando los turnos. Con esto, la familia, podía tener lo suficiente para mantenerse, y un poco mas, para darse los pequeños gustos que nunca estaban demás, mientras sus hermanos se hundían en toneladas y toneladas de dulces baratos y hasta en drogas suaves y alcohol, el mismo gastaba, su tiempo en aprender mas de los trucos hábiles de manos y dedos que mantenían todo a flote.
Pero un día, a la edad de catorce años. Un extraño circo llamado “La lumière noire”. Pasando detalles al nombre esa no era mas para Marc que la oportunidad perfecta para acumular gente en un solo sitio y lograr quizás, el más grande de sus botines. El circo desplego sus telas al atardecer, para que las luces  y trajes extraños destacaran en la noche con fuerza. Un plan ya estaba elaborado, y los hermanos tenían cada unos sus puestos. La gente se junto y dio paso a la tétrica pero común música cirquense, junto con las presentaciones dadas de la voz de un hombre alto estilizado, de dedos largos y hasta puntiagudos con un refinado bigote, que se extendía en curva sobre sus labios, con una voz tan fuerte y animada, que casi como una sirena te invitaba a verlos.
Sus hermanos ya estaban en sus puestos, y mientras la presentación avanzaba y la gente comenzaba a caminar hacia dentro de las carpas correspondientes, Marc se fue separando mas del grupo de sus hermanos, guardando la mayor cantidad de cosas  que podía dentro de sus ropas, y bolsillos, anillos de diamantes, botones de plata, monedas de oro… todo lo que podía, hasta encontrarse dentro de la carpa principal. La gente comenzó a sentarse, y sin ocasión para seguir trabajando, el hizo lo mismo.
Aquella presentación, los colores que la rodeaban y la gente en aros pareciendo bolar, domadores de leones que hipnotizaban a las fieras con tan solo un tronar de látigos, la belleza extravagante de esos aros de fuegos donde gente pintada y vestidas de manera extraña daba saltos y giros kamikazes. Por un momento descuido  todo lo demás para sumirse en el tema que tenía enfrente, era más de lo que podía haber soñado. Quedo encandilado con brillos y cuerdas, que quizás le costarían caro.
Al terminar la función salió de la carpa solo para darse cuenta que todo lo que llevaba había desaparecido de sus ropas. La desesperación lo abordo y corrió antes de que las telas se cerraran. El presentador del circo estaba parado entre ellas, y se agacho, para quedar a su escasa altura. –¿Buscas esto?- Era la bolsa donde llevaba las cosas que había conseguido, su joven rostro hirvió de rabia tratando de arrebatársela pero no lo logro, pese a eso, aquel hombre sonrió, con una sonrisa apacible al mismo tiempo que ligeramente tramposa, como cualquiera de ese circo y como la propia familia de Marc no eran en quien fiarse, mas aun así, Marc lo hizo. Se dejo engatusar con palabras de libertad y de dinero, hablaban su misma lengua “El robo.”
El hombre reconoció el talento del joven y ofreció a Marc un lugar en el circo. El acepto. Sin el remordimiento más mínimo. El adulto, con solo unas palabras, había lavado la mente al joven, casi haciéndole creer que ellos eran los buenos mientras que sus hermanos, no eran mas que quienes lo mantenían encerrado, sin permitirle explotar su talento.
Esa misma madrugada, ya no se encontraba en el pueblo sino, con su nueva familia, viajando.
Cada lugar era más extravagante que el anterior, las caras variaban, colores de piel, rostros, ojos, cabellos, sus complexturas, era todo una muestra de las distintas variedades de este mundo. Marc se convirtió en pocos años en la mano derecha del jefe, el cual, pese a que prácticamente lo había secuestrado, tomaba su mano como si de un hijo se tratara. Robos, estafas, cada función una elaborada distracción para salir invictos con la excusa de la función.
El pequeño fue creciendo y ya sus pies no eran tan agiles, pero sus manos iban adquiriendo maestrías en moverlas de manera distractoras para poderse dar tiempo de tomar lo que deseaba, tenia su propio puesto al empezar, desafíos, cambios de dinero gordos, casi un mago incluyo comenzó a llevar una galera sobre sus cabellos. Poco a poco sus actos más grandes fueron haciéndose pequeños en comparación a lo que tenía para mostrar, al igual que su edad, su físico, y también, el hombre que hasta ahora llevaba el control del circo, este enfermo, y murió a temprana edad como era la costumbre en aquel lugar cincuenta y dos años, y su muerte fue oficial, dejándole como ultimas palabras, el circo a aquel que consideraba su hijo, Marc.
Un circo enorme circo desplegarse de la miniatura que era en un principio, decenas de acróbatas nuevos se habían unido, muchos mas animales y domadores, que se encerraban en las jaulas de los animales sin prejuicio alguno y hasta luchaban contra ellos. El era el presentador, y también el mismo que si te distraías, podía acabar con tus joyas.
Como todo humano, la muerte lo asechaba y aquella no fue de ninguna manera extraordinaria, una simple muerte en manos de un felino que se había escapado.
Pese a todo abrió los ojos, aun seguí allí, estaba vivo, pero no en el mismo lugar donde recordaba, o por lo menos creía recordar, todo era negro gris, y casi como si se tratara de una mala película antigua, camino sin rumbo hasta donde sintió que debía  y se presento ante el su Dios. El Dios de la muerte, el mismo Mors. Apretó los labios y escucho sus palabras, ahora era él, el que de debía arrebatar a las personas lo que les era mas importante, ninguna posesión terrenal, sino, su preciada posesión… Su vida.

---Ahora---
Logrando, luego de años oculto volver a mezclarse con los humanos, simulando ser un igual escalo, gracias a su contextura fuerte y a sus habilidades, hasta llegar a un punto alto dentro de la zona baja, esta vez era el quien traficaba y vendía a distintos puntos de Francia, a donde, después de todo había vuelto.
Aun con su galera y sus tatuajes, aun con sus partes de metal incrustadas, y con una iguana que lo había acompañado siempre. Solamente que en este momento, el ya no lo hacia para vivir, sino para divertirse. Pero no era su único hobbie, llevaba en su mente la imagen de una joven, que con frecuencia veía pasar, "Angie" era su nombre y ni siquiera ella misma sabia quien era de verdad, una mezcla perfecta entre pureza y desafió, delicadeza y agresividad, con un rostro tan angelical que rosaba lo demoníaco.
Pero ella no conocía la existencia de este Rajani, ni este permitiría que ella lo sepa. El era un seguidor de la muerte, y como tal, un ser inmortal que mataba a pura orden, un sicario a los servicios de un dios, debía respetar su poder y alejarse de alguien a quien podría el día de mañana, eliminar a sangre fría.
Y como dicho y hecho así fue, al parecer Mors, el dios de la muerte, tan serio oscuro y retorcido había decidido jugar, y su juego era, eliminar a la única criatura a la que se había sentido atraído al punto aquel, de desear saber mas, y desear protegerla. Fiel a su Dios acabo con ella, sin derramar una lagrima, y se juro a si mismo, que encontraría a su próxima vida.